En Berlín, hacia los años 1910, Guershon Scholem era apenas
un joven adolescente, cuando abrazó con todas sus fuerzas los ideales del
sionismo. Años más tarde, consagraría su vida al estudio y la comprensión de la
tradición histórica, religiosa y cultural del Pueblo Judío, convirtiéndose en
un erudito.
Se convertiría en el primer profesor de misticismo judío
en la Universidad Hebrea de Jerusalén, y seria ampliamente reconocido como el
fundador del estudio académico moderno de la Cabala.1
En su autobiografía “De Berlín a Jerusalén” 2 , Guershon Scholem
relata el ímpetu de sus años de juventud para estudiar hebreo y sumergirse en
las fuentes judaicas, pero dedica sus
mejores páginas para rendir un emotivo homenaje a su primer maestro de Talmud.
El rabino Dr. Yitzhak Bleichrode era un maestro gentil y
modesto; enseñó a Scholem y a amigos de forma gratuita, sin otra razón que el
amor a la Torá. Era un judío ortodoxo, pero no juzgó ni contrarrestó el estilo
de vida no observante ni el espíritu librepensador de sus alumnos.
Guershon Scholem nunca
olvidaría esa mañana de domingo en la primavera de 1913, cuando aprendió con él
su primera página del Talmud, y los comentarios de Rashi sobre los primeros
versículos de la Torá. Ese encuentro inicial implantó en el joven una profunda
y duradera fascinación por el judaísmo.
En sus memorias, Scholem recordaría con entrañable admiración esos años de estudio junto a su
maestro, evocándolo esos tiempos como la única experiencia auténticamente
religiosa de su vida.
Sus caminos bifurcaron. La vida misma se abre caminos.
Décadas después, el maestro y su alumno se reencontrarían
en Israel: el Rab. Bleichrode asistió discretamente a la Universidad Hebrea, a
una clase que impartía el ahora renombrado Profesor Scholem.
Solo una mirada le bastó para reconocer la inmensidad de
este anciano entre la multitud. Cuando sus estudiantes se maravillaron de la
indulgencia inusual de Scholem hacia el ignoto rabino, les dijo crípticamente
que “lo que es mío y de ustedes en
realidad le pertenece a él”. *
---
En la porción que estudiamos esta semana, entran en
escena las plagas de Egipto. Moshé tenía la misión de liberar al pueblo hebreo
de la esclavitud, y las plagas fueron una demostración pública del poder de D-s
tanto para Egipto como para Israel.
En una lectura precipitada del texto, se podría inferir que
es Moshé quien interviene trayendo cada una de las plagas; pero si ponemos
atención, las tres primeras tienen un elemento interesante en común: es Aarón,
su hermano quien las inflige.
“Y
dijo Dios a Moisés: Dile a tu hermano Aarón: Toma tu vara y extiende tu
mano sobre las aguas de Egipto (…) y
se convertirán en sangre. …” 3
“Y
dijo Dios a Moisés, dile a Aarón: Extiende tu mano con tu vara sobre los
ríos, (…) y levanta las ranas sobre la Tierra de Egipto.” 4
“Y
dijo Dios a Moisés, dile a Aarón: Extiende tu vara y golpea la tierra, y habrá piojos en toda la Tierra de Egipto.” 5
Rabi Shlomo Itzjak, Rashi, cita un Midrash 6 interesante,
que intenta explicar la participación activa de Aarón en las tres primeras
plagas. Dado que las aguas protegieron a Moshé cuando era un bebé, habría sido
inapropiado que se comportara de esta manera con el rio, convirtiéndolo en
sangre, o llenándolo de ranas.
La tercera plaga, los piojos, se produce golpeando la
tierra. Aquí, dice Rashi 7, la tierra lo había protegido, ocultando el cuerpo
del egipcio que había matado, “ayudándolo” a mantener el crimen en secreto.
Por estas razones de sensibilidad y reconocimiento de la
deuda que Moshé tenía con el agua y la tierra, que se elige a Aarón, en lugar
de Moshé, para provocar estas plagas. Dicho de otra manera, habría sido un acto de gran ingratitud por
parte de Moshé golpear a los elementos de la naturaleza a los que debía su
propia vida.
Estas fuentes parecen atribuir sentimientos y
sensibilidades al agua y a la tierra. ¿Qué diferencia podría hacer para estos elementos
inanimados si Moisés es o no un ingrato? Se trata de un principio ético
fundamental: aprender a conectar con los
demás, siendo conscientes de lo que hacen por nosotros. Se trata de
gratitud.
La enseñanza fundamental es “hakarat hatov”, reconocer lo bueno, agradecer el bien que hemos
recibido. De esta manera, el midrash nos enseña sobre la sensibilidad y la
gratitud, y a partir de allí, replantearnos la forma en que interactuamos con
nuestro entorno: cuando realizamos o somos beneficiarios de un acto de bondad,
estamos vinculándonos con la parte divina que habita en el Otro.
Se construye una relación, se forja un vínculo virtuoso.
En cierta ocasión, el Rav Maleh 8 explico que “D-s le dio a la persona tanto la memoria
como el olvido”. Si usamos nuestra memoria para recordar los favores
recibidos, y el olvido para dejar atrás todo lo que pudimos haber hecho por
alguien, sin duda viviremos la vida como un milagro, con la capacidad de seguir
maravillándonos a cada paso.
Todos tenemos una historia, un pasado, personas que
influyeron en nosotros y con las que asumimos “deudas de gratitud”, y que nos
comprometen a ser sensibles para devolver al mundo un poco de lo que hemos
recibido alguna vez. Sin ellos, no estaríamos donde estamos ni seriamos quienes
somos.
Al expresar nuestra gratitud hacia ellos, los bendecimos,
haciéndolos parte de nuestros propios logros.
Shabat Shalom!
Seba
Cabrera Koch
27 Tevet 5783 / 20 de Enero de
2023
Fuentes consultadas
1-
Guershon Scholem. Esbozo biográfico: https://nuevasion.com.ar/archivos/32699
2-
Citado por Rab Ismar Schorsch. Parasha Vaerá.
JTS. https://www.jtsa.edu/torah/small-acts-of-kindness/
3-
Exodo 7:19
4-
Exodo 8:1
5-
Exodo 8:12
6-
Rashi: “Porque el río había protegido a Moisés
cuando fue arrojado en él, por lo tanto, no fue herido por él ni en la plaga de
sangre ni en la de las ranas, sino que fue herido por Aarón” (Shemot Rabá 9:10).
https://www.sefaria.org/Exodus.7.19?lang=bi&with=Rashi&lang2=en
7-
Rashi “El polvo no merecía ser golpeado por
Moisés porque lo había protegido cuando mató al egipcio, pues “lo escondió en
la arena”; y por lo tanto fue herido por Aarón” (Tanjuma; Shemot Rabbah 10:7). https://www.sefaria.org/Exodus.8.12?lang=bi&with=Rashi&lang2=en
8-
Citado por Rab Abraham Leib Berenstein. “Más
dulces que la miel”. 2014. Parasha Vaerá. Pág. 91-92.
Nota
*
Genial guiño a Rabi Akiva y su esposa Rajel.
El
Talmud (Ketuvot 62-63) relata que luego de 24 años de permanecer lejos de su
hogar, Rabí Akiva regresó a su pueblo siendo el líder de la generación y
teniendo un séquito de 24.000 alumnos. Su esposa, quien aún estaba vestida con
ropas simples, salió a recibirlo. Ella cayó frente a sus pies; imaginense la
escena, una mujer abalanzándose frente a un gran sabio rodeado por una multitud
de alumnos. Ellos se apresuraron a sacarla del camino, pero Rabí Akiva los
detuvo y pronunció una frase que desde entonces se hizo famosa: “Déjenla. Lo mío y lo de ustedes, es de
ella”.
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