Ki Tisa – Una canción de cuna y el misterio de la proximidad Divina


 

El catalizador de la memoria fue una melodía.

El Dr. Gary Zucker se acercó a la cama tarareando dulcemente. Conocía muy bien al paciente: se recuperaba favorablemente de su segundo infarto. Era temprano, y aun somnoliento, agudizó su oído exquisito y reconoció un arrullo que le sonaba a nostalgia: esa canción de cuna iluminó la infancia de Louis Armstrong.

Cerró los ojos y volvió a ser ese niño hambriento y marginado, que D-s, el destino o quien sabe, quiso que cruzara su camino con el de la familia Karnofsky, transformando su vida para siempre.

A lo largo de su vida, cautivó al público de todo el mundo. Eximio trompetista además dotado de una voz magistral, con su talento y personalidad transformó el jazz para siempre. Pero más allá de su virtuosismo, Louis Armstrong fue un escritor prolífico: escribía constantemente —en su mayoría notas, recuerdos sobre su carrera y su vida; pero también acertijos y chistes que abarcaban páginas enteras, suficientes como para llenar un libro entero. Lo más asombroso: se calcula que a lo largo de su trayectoria, escribió de su puño y letra más de 10.000 cartas a sus fans. No dejaba ninguna sin responder.

Esa mañana, con 69 años y convaleciente en el Hospital Beth Israel de Nueva York, decidió que comenzaría a escribir su autobiografía *. Se sentía vivo: al manuscrito lo recorre una escritura vertiginosa: Armstrong ponía el corazón en cada renglón, garabateándolo con puntuaciones propias del lunfardo musical. Escribía sin convencionalismos, como si cantara, mezclando la jerga afroamericana con el inglés convencional.

No era literatura para él. Era catarsis.

Abría el alma. Hacia tinta con sus lágrimas. Estaba atrapado en la emoción de los recuerdos, pero era autentico: Debía contar una vez más su historia.

El escrito es extraordinario no solo por estas circunstancias sino también por su franqueza. Louis Armstrong narra que nació en Nueva Orleans, en un barrio tan peligroso que se lo conocía como “The Battlefield” (El campo de batalla), en donde la violencia de la segregación racial y la pobreza extrema eran moneda corriente. Escribe y recuerda a su madre adolescente, y a su hermana con hambre. Recuerda el dolor.

Con seis años, cuando recorría las calles mendigando, buscando comida, o cantando por monedas, el pequeño Louis conoce a los Karnofsky, una familia de inmigrantes judíos rusos, que no solo lo contratan para trabajar con ellos, sino que lo trataron como uno más de su familia, lo acogieron y lo alimentaron.

Recuerda la melodía, y se le ilumina el rostro.**

Aprendió Russian Lullaby, una canción de cuna en ruso, escuchando a Esther, la Mama Karnofsky cuando mecía a su bebé en brazos. Cuando ella comenzaba a cantar, todos tomaban sus lugares y cantaban juntos hasta que el pequeño bebé se quedaba dormido.

“Los Karnofsky no dejaban de recordarme que yo tenía talento, una entonación perfecta cuando cantaba”. Supieron reconocer su excelente entonación y alentarlo a cantar, inculcándole el valor de "cantar desde el corazón".

Acerca de esos años, Armstrong rememora que su primer instrumento fue una corneta de hojalata, una especie de bocina que servía para anunciar el carro de chatarra de los Karnofsky. Para Louis era un juego, pero incluso cuando se volvió lo suficientemente bueno, lo apoyaron para que siguiera así.

Un día, pasaron por una casa de empeño que tenía en el mostrador una vieja y deslustrada trompeta. Costaba cinco dólares, una pequeña fortuna para el pequeño Louis, pero una vez más sus benefactores no solo lo ayudarían a adquirir el instrumento, sino que lo alentaron a esforzarse en la práctica.

“Me pidieron que tocara una melodía. Aunque no pude tocar una buena melodía, me aplaudieron igual, lo que me hizo sentir muy bien. Cuando era un jovencito, la gente para la que trabajaba estaba muy preocupada por mi futuro en la música. Podían ver que yo tenía música en mi Alma. Ellos realmente querían que yo fuera Algo en la vida. Y la música lo era”.

Años después, y durante casi toda su vida, seria habitual ver un maguen David brillando sobre pecho, honrando así a las personas que creyeron en él: “El pueblo judío tiene almas tan maravillosas. Eso fue hace mucho tiempo y aún recuerdo sus frases tan suaves y dulces. Siempre fueron cálidos y amables conmigo, lo cual fue muy notable para mí: era solo un niño al que le venía bien unas pocas palabras amables”.

 

 

En los versículos finales de la parasha de esta semana, Ki Tisa, hay un texto extraño, inmediatamente después del incidente en que D-s se enfurece con los israelitas al pie del Sinaí porque han adorado a un becerro de oro, y Moshé debe interceder e implorar el perdón divino.

En respuesta a la súplica de Moisés: “Oh, déjame contemplar tu presencia” (Éx. 33:18), D-s ofrece una pequeña concesión: “Mira, hay un lugar (makom) cerca de mí… y verás Mi espalda; pero Mi rostro no debe ser visto” ( Éx. 33:21-23).

Ningún ser humano, ni siquiera Moisés, puede hacer algo mejor que vislumbrar fugazmente la espalda de D-s. ¿Cómo hemos de interpretar la declaración de que Moshé no verá la cara de D-s, pero sí su espalda?

Rab Ismar Schorsch explica que a pesar de la vívida intimidad de la imagen, el mensaje es de austeridad intelectual, porque la grandeza de D-s siempre eludirá nuestro alcance: “D-s es a la vez remoto y cercano, asombroso e íntimo, impersonal y cariñoso. El misterio es abrumador. Es cierto que los humanos no estamos equipados para comprender gran parte de la naturaleza de la Divinidad, pero estamos conectados para sentir la proximidad de D-s”.

Rab Harold Kushner, en consonancia, entiende que no cabe una interpretación literal de que se puede ver la espalda de D-s. Su interpretación es que no podemos ver a D-s directamente, pero sí como acción.

Y ahí está la clave: Podemos ver los cambios que produce Su paso por el mundo.

Así como no podemos ver el viento sino los objetos arrastrados por él, que nos muestran su realidad y su fuerza; así como no vemos la electricidad, pero sí los artefactos puestos en marcha por la corriente eléctrica; así como no vemos el amor, pero sí cómo una persona que ama modifica su conducta, se vuelve más valiente y afectuosa;

así, no podemos ver a D-s, solo lo que sucede a Su paso.

Por eso, el maguen David de Armstrong le recordaría de qué manera un niño vulnerable puede ser moldeado con amor;

que una situación adversa no es determinante, sino una posibilidad de transformación;  

que no hay acto de bondad insignificante, porque traen un poco de luz al mundo, y su impacto es inesperado…

porque al proteger, alimentar y reconocer al que no se parece a uno, el Otro no solo se vuelve nuestro hermano, sino que nos hace humanos, porque reflejamos lo Divino que habita dentro de cada uno.

El exegeta francés del siglo XIII Jizkiah ben Manoaj, que generalmente se le conoce por el título de su comentario, Jizkuni, ofrece una mirada interesante al versículo “verás Mi espalda”: “verás un aura de luz que perdurará después de que Mi esencia haya pasado. La luz que Me precede y que es demasiado deslumbrante, no la veréis”.

No sabremos nunca qué hubiera pasado si la familia Karnofsky no hubiese alentado al pequeño Louis, probablemente la historia hubiera sido distinta. La influencia de esa familia judía en su vida se plasmó en la organización situada en Nueva Orleans «The Karnofsky Project», que proporciona instrumentos musicales a niños sin posibilidades económicas.

Con estas acciones, la esencia de los Karnofsky perdura. Y Louis Armstrong, sonríe.

Quien sabe: quizás otros niños tengan la oportunidad de repetir esta historia.

 

Shabat Shalom umeboraj!

Seba Cabrera Koch

17 Adar 5783 / 10 de Marzo de 2023.

 

 

 

Notas

* Gary Giddins (1988: 20) describe apropiadamente a "Louis Armstrong and the Jewish Family in New Orleans, 1907" como una obsesión del autor, un ´cri du coeur´ (grito del corazón). En cambio, Laurence Bergreen (1997: 76) caracteriza los escritos de Armstrong en general como "una serie de lecciones morales". En ninguna parte es más aplicable esta descripción que en esta autobiografía, donde insta a adoptar valores de ahorro, lealtad familiar y grupal, honestidad y buenos hábitos de trabajo.

 

** El documento proporciona un recuerdo conmovedor de las experiencias positivas del autor con los judíos en la infancia, a lo largo de su carrera y ahora al final de su vida. Armstrong copia la letra de la canción Russian Lullaby (Canción de cuna rusa) cuatro veces a lo largo del documento, lo que demuestra su importancia.

 

Fuentes consultadas

-Exodo 33: 18-23

-Jizkuni a Ex. 33:23 www.sefaria.org

-Louis Armstrong. "Louis Armstrong and the Jewish Family in New Orleans, 1907".1970.

-Loius Armstrong et al. “Louis Armstrong, in His Own Words: Selected Writings”. Oxford University Press. 1999.

-Rab. Ismar Schorsch. “How close is God”. JTS: Torah Commentary. Comentario parasha Ki Tisa. © 2001.

-Rab. Harold Kushner. “Lejaim”. Pag. 124-125. Citado por Surazski, G. 2021. “Fragmentos de cielo: perlas y comentarios a los cinco libros de la Torá”. Pág. 246-247.

 

 

 

 

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