Celebramos la historia, proyectamos el futuro, reconociendo que los
esfuerzos de las generaciones pasadas nos permiten hoy disfrutar este presente.
Y una vez más, reivindicamos el histórico viernes 14 de mayo de 1948, 5º
día del mes de Íar, cuando David Ben Gurión declaraba que el febril ensueño de
Herzl se hacía realidad.
Pero las cosas no fueron tan sencillas.
La
ceremonia de declaración fue organizada con prisas y sin ostentaciones, en un
modesto salón del museo de Tel Aviv. No fue ampliamente promocionada, es más, hubo
cierto hermetismo: se temía que las autoridades británicas intentaran impedirlo
o que los ejércitos árabes pudieran invadir antes de lo esperado.
Las
invitaciones se enviaron esa misma la mañana del 14 de mayo, pidiendo a los
destinatarios que llegaran a las 15:30 y que mantuvieran el evento en secreto.
El
borrador final de la declaración fue aprobado temprano ese mismo día, y enviado
a mecanografiar al edificio del Fondo Nacional Judío.
El
responsable de tan importante tarea, ensimismado terminando el texto olvido organizar
su propio traslado: salió apresurado y paro un automóvil que pasaba, rogándole al
conductor que lo llevara a la ceremonia.
Ante
la negativa inicial del conductor (era un vehículo prestado y no tenía licencia),
insistió y logro persuadirlo para que lo llevara. Tenían prisa: Aceleraron
maniobrando por las estrechas calles esquivando vehículos, que fueron detenidos
por un policía por exceso de velocidad, y solo cuando le explicaron que estaba
retrasando la declaración de independencia los dejaron continuar.
Extenuado,
llegaría al salón a las 15:59. La reunión comenzó a las 16:00 y seria la
primera transmisión de la nueva estación de radio Kol Israel.
Participaron
autoridades judías, alcaldes, líderes políticos y religiosos, intelectuales y
periodistas que pudieron llegar a Tel Aviv, en total unas 350 personas, en
medio de las tensiones de una Jerusalén sitiada.
Ben
Gurión abrió la ceremonia golpeando su martillo sobre la mesa, lo que provocó
una interpretación espontánea del Hatikva.
Ben
Gurión procedió a leer la histórica declaración que establecía un vínculo con
la cultura y la historia de los antepasados judíos, y menciona los hitos que
había atravesado el pueblo judío en su historia reciente, recordando el largo
exilio y el moderno Ishuv, sin olvidarse de evocar a Herzl y a la Declaración
Balfour, la Shoa y el voto favorable de la ONU.
Finalmente
proclama la creación del Estado que llevará el nombre de “Medinat Israel”.
La
lectura de la Declaración tomó 16 minutos.
16
minutos… y 2000 años de esperanza, 125 años de sionismo, 75 años de realidad.
El Estado de Israel seria un hito majestuoso, insuperable e irrepetible:
constituirse como un estado político, libre y democrático, que concentrara a
todo el Pueblo Judío con fortaleza, talento y tenacidad.
El sueño, es una realidad.
No
fue fácil, pero Hoy, en estos jóvenes 75 años, Israel se presenta como un
Estado dinámico y floreciente, líder en desarrollo, que constituyen un avance
inédito y ejemplo para todo el mundo civilizado.
Israel
es verdaderamente un milagro: es el nuevo polo científico-tecnológico mundial,
que fomenta la innovación y la creatividad en un entorno que es inclusivo y
atractivo. Literalmente hicimos florecer el desierto, construyendo una vibrante
y dinámica nación de alta tecnología, que nos enorgullece, y de la cual el
mundo disfruta y ve sus beneficios.
Es
el reflejo de una sociedad donde todas las minorías son respetadas, amparados
en los principios de una democracia sólida, única en la región.
Israel,
si la historia nos juzgara, podría enarbolar con derecho que durante estos 75
años trabajó incansablemente para materializar los designios de su Carta
Magna:
“El
Estado de Israel permanecerá abierto a la inmigración de los judíos de la
diáspora desde cualquier país; promoverá el desarrollo del país para el
beneficio de todos sus habitantes; estará basado en los principios de libertad,
justicia y paz que enseñaron los profetas de Israel; asegurará la completa
igualdad de derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia
de credo, raza o sexo; garantizará la libertad de religión, conciencia, idioma,
educación y cultura; protegerá los lugares sagrados de todas las religiones y
será fiel a los principios de la Carta de las Naciones Unidas”.*
Hay
mucho para seguir construyendo, y aunque tal vez no sea perfecto, celebramos con orgullo y satisfacción el hecho de
que el Pueblo Judío es, una vez más, dueño de su propio destino, sabiendo que nuestra
esperanza y fe nos guiarán a superar los retos y desafíos de nuestro tiempo.
Deseamos
una vez más, que este Iom Haatzmaút reafirme nuestro presente y proyecte nuestro
futuro a través de las generaciones, para confraternizar en un mensaje de paz,
entendimiento y respeto entre nosotros y con todos nuestros vecinos.
Am Israel Jai, Jag Sameaj para todos.
*Fragmento de Declaración de independencia de Israel en la ciudad de Tel Aviv, firmado en la víspera de shabat, el cinco de iyar de 5708, el catorce de mayo de 1948.
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