Cuando la oración brota del corazón



Haftará primer día de Rosh Hashaná: 1 Samuel 1:1 - 2:10

Esta es la historia de una mujer que recurre a D-s en una desesperada e intensa oración personal. También, es la historia de muchas otras mujeres, que transformaron sus lágrimas en bendición.

La lectura de la Torá que nos reúne el primer día de Rosh haShaná comienza con las palabras: “Y D-s recordó a Sara” (Génesis 21:1), y describe el nacimiento de Itzjak, lo que significó el fin del largo período de esterilidad de Sara. De manera similar, en la haftará, D-s pone fin a la infertilidad de Janá.

La explicación de porqué se leen estas lecturas, se basa en el comentario de la Guemará en Masejet Berajot (29a) de que Sara, Rajel y Janá obtuvieron respuesta a sus oraciones en Rosh HaShaná.

De acuerdo con el Talmud (Rosh haShaná 11a), Rosh HaShaná es el Día del Recuerdo: de alguna manera, D-s “recuerda” a la humanidad al terminar la infertilidad de una mujer.

En Rosh HaShaná declaramos: Haiom harat Olam (hoy es el día de la creación del mundo). Y cada vez que nace un niño se repite el milagro de la creación.

Rab. Menajem Bentzion Zaks, en su libro Menajem Tzion, sugiere además que estas lecturas pueden tener una conexión adicional con Rosh HaShaná. En tres lecturas, leemos sobre el derramamiento de lágrimas.

En la lectura de la Torá del primer día de Rosh HaShaná, Agar suplica en un llanto desgarrador al ver a su hijo Ishmael morirse de sed. En respuesta, D-s le mostró el agua con el que pudo salvar su vida. La haftará del primer día, describe el llanto doloroso de Janá por su incapacidad para concebir. Y en la haftará del segundo día, el profeta Jeremías imagina a nuestra matriarca Rajel llorando sin consuelo por el sufrimiento de sus descendientes.

El llanto es impotencia. Es enfrentarse a una situación desesperante, sintiéndonos incapaces de salir, de ver más allá. Es el dolor que no puede aliviarse.

Estremece imaginar el sonido entrecortado del shofar en “terua”, simbolizando la emoción cruda, el sollozo sin fin, la ansiedad, la pena.

Las lágrimas derramadas por Agar, Janá y Rajel reflejan en cada generación nuestros propios sentimientos de dolor inconsolable.

Es importante destacar que en los tres casos D-s respondió favorablemente a las lágrimas. A Agar, como se mencionó, se le mostró un pozo de agua con el cual salvó la vida de su hijo; Janá fue bendecida con un hijo; y D-s respondió al llanto de Raquel asegurándole la redención definitiva de los Bnei Israel y el regreso a Eretz Israel.

De este modo, también nosotros tenemos la seguridad de que nuestras oraciones y llantos obtendrán una respuesta favorable de D-s.

Así como Agar, Janá y Rajel se dirigieron a D-s y le expresaron su dolor, de manera similar, nosotros confiamos en la compasión Divina para que acepte nuestras lágrimas y oraciones.

En la haftará que nos convoca, Janá, inmersa en la pena más profunda, se dirige al santuario de Shiló. En medio del dolor incomprendido por el vientre infértil, eleva su oración al cielo, en un momento de gran intensidad espiritual.

Su oración era humilde y sincera, sus palabras apenas susurradas eran lo único que tenía para ofrecer: “sus labios balbuceaban, pero su voz no se oía”. (1 Samuel 1:13)

Ante aquellos que iban al templo a ofrecer sacrificios, las palabras de Janá son inaudibles, porque nacen de lo más íntimo de su ser.

Es una oración genuina, porque derrama lo que verdaderamente le importa, lo que le preocupa. Nos enseña a abrir el corazón, a no tener miedo de mostrarnos frágiles y vulnerables.

La oración fortalece, y quizás, el dolor sane.

Abraham I. Heschel enseñó que “rezar es abrir una puerta, por la cual puede entrar tanto como D-s como el alma. Rezar es llegar. Rezar es superar la distancia, romper las barreras, enderezar lo torcido, curar la ruptura entre D-s y el mundo…”

En hebreo, “rezar” es una acción que hacemos sobre nosotros mismos, es un trabajo interior, algo que es capaz de transformarnos desde el interior. No sé si mi rezo podrá cambiar el mundo, pero sin duda, sería un buen comienzo si me ayuda a cambiar a mi.

Un poder y un potencial inmensos habitan en los lugares oscuros y no resueltos de nuestra alma. Pero sólo cuando nos encontramos cara a cara con estas partes menos deseables de nosotros mismos, podemos comprender que muchas veces el dolor impide ver todo lo bueno que nos rodea.

Solo así, tal vez pueda surgir ante nosotros una imagen más completa del pedacito de mundo que nos toca vivir.

Estos días, estamos comenzando un nuevo Año.

Una vez más, es una invitación a reflexionar, a generar los cambios que nos permitan crecer, a conectarnos con lo importante…

Tenemos ante nosotros, cada día, la puerta abierta para crearnos de nuevo. Hoy, como cada día, es un nuevo comienzo.

 

 

Seba Cabrera Koch

Dedicado a Dora Koch, mi mamá. Sus lágrimas hicieron posible que hoy pueda estar contándoles esta historia.

 

Shaná Tová uMetuká!

¡Que tengamos un Año Bueno y Dulce!

 

*IMAGEN: Madre y bebe recién nacido. Freepik. 2023.


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