Nuestra tradición enseña que la humanidad comenzó en un jardín. Nuestros Sabios compararon la Torá con un árbol y el Talmud con el mar. Vivimos inmersos en el ciclo de las estaciones, pero no dejamos de admirarnos por la majestuosidad de la Creación.
Aprendimos a recitar bendiciones cuando vemos
relámpagos, montañas, desiertos, el océano… Cada bendición nos recuerda al
Autor de todo.
Apreciar la belleza es un acto de devoción: cada
bendición es una oportunidad para reconocer las maravillas desplegadas ante
nosotros, ayudándonos a descubrir lo extraordinario en cada evento.
Así, en cada brote vemos renacer la vida, un arco
iris después de la tormenta nos recuerda Su promesa, y un atardecer multicolor en
los cerros es un espectáculo único. Cada vez que nuestro corazón se vuelve
hacia el cielo por un momento, la capacidad de seguir asombrándonos renueva
nuestra vida diaria.
El Talmud enseña que debemos rezar en una
habitación con ventanas. [1] Según Rav.
Kook, la oración sin un reconocimiento del mundo exterior es vacía. ¿Por
qué uno debería rezar en un rincón encerrados, sin admirar el vasto panorama
del mundo de D-s?
“Si nos volvemos incapaces de crear un clima
de belleza en el pequeño mundo a nuestro alrededor (…), ¿cómo podremos
resistir? Porque a medida que nos relacionamos de manera abstracta más nos
alejamos del corazón de las cosas”. [2]
Rezar sin conectarnos con la creación Divina
es una contradicción. Por eso, el Talmud también podría estar sugiriendo no solo
mirar hacia afuera, sino salir, para cambiar de perspectiva e inspirarnos.
Después de Iom Kipur, comenzamos a armar una Sucá. Más allá de los tecnicismos que
implican el armado, un detalle muy singular puede pasar desapercibido: la Halajá
invalida una Sucá con un sjaj (techo de hojas de palmera, bambú, o ramas
cortadas de árboles) muy compacto.
No puede tener un techo impermeable: debería
haber suficientes espacios en el sjaj como para ver las estrellas en la noche,
ser lo suficientemente denso como para proporcionar sombra, pero lo
suficientemente frágil como para permitir que la lluvia penetre por entre las
hendiduras.
“El latido de la vida exige un intersticio,
apenas el espacio que necesita un latido para seguir viviendo, y a través de él
puede colarse la plenitud de un encuentro…”[3]
Hay un principio judío que dice que ante una
mitzvá frecuente y otra poco frecuente, la mitzvá observada con frecuencia
tiene prioridad. Prevalece aquello que nos resulta cotidiano por sobre lo
especial.
Una vida bien vivida brilla a través de la rutina
diaria, trascendiendo más allá del sabor de las ocasiones especiales.
“Trágicamente, el hombre está perdiendo el
diálogo con los demás y el reconocimiento del mundo que lo rodea, siendo que es
allí donde se dan el encuentro, la posibilidad del amor, los gestos supremos de
la vida. (…) entonces, perdemos la capacidad para mirar y ver lo cotidiano.
Desaparece de nuestra mirada la infinita riqueza del universo con sus colores,
sonidos y perfumes”. [4]
Esta semana, además, nos reencontramos para
leer juntos el Kohelet, el libro del Eclesiastés
del Rey Salomón. En doce capítulos, Kohelet pone de manifiesto las
coordenadas de una vida con significado: nos insta a reflexionar sobre la
fugacidad y la incertidumbre que nos rodea, la caducidad de todo lo humano y
las injusticias de la vida; pero también, aceptar con serenidad las desgracias
y la adversidad, pues ellas serán tan pasajeras como lo es todo en la vida del
hombre.
En Sucot nos desprendemos de las comodidades,
para recordarnos que la fragilidad de la Sucá es un espejo de la condición
humana.
“No hay otra manera de alcanzar la eternidad
que, ahondando en el instante, ni otra forma de llegar a la universalidad que a
través de la propia circunstancia: el hoy y aquí. Y entonces ¿cómo? Hay que
revalorar el pequeño lugar y el poco tiempo en que vivimos”. [5]
La Sucá nos hace habitar a la intemperie,
dejando la comodidad del hogar y aprendiendo a estar alegres con lo que nos
toca: la enseñanza que nos dejan nuestros Sabios es que la alegría no está en
lo material sino en el esfuerzo que hacemos al tratar de ser mejores cada día.
Por eso, Sucot es llamado "Zmán Simjateinu" -Tiempo de
nuestra alegría-, para reconfortarnos con el mensaje de la fe en Di-s y en la
protección Divina.
“Hay
un tiempo para buscar y un tiempo para perder;
un
tiempo para cuidar y un tiempo para arrojar”. [6]
Hay un tiempo para agradecer y un tiempo para
alegrarse…
Salgo al jardín todavía húmedo por el rocío. Es
una mañana fresca y soleada como preludio a los últimos días de septiembre. Los
rayos de sol iluminan tibiamente mi rostro, y entrecerrando los ojos no puedo
dejar de pensar en lo afortunado que soy por disfrutar este instante.
Shabat Shalom veJag Sucot Sameaj!
Seba Cabrera Koch
15 de Tishrei 5784 / 30 de Septiembre 2023
Notas
[1] Talmud de Babilonia. Tratado Berajot
31a.
[2] [3] [4] [5] Sábato, Ernesto. La
resistencia. (Fragmentos).
[6] Kohelet - Eclesiastes 3:6.
Fuentes
-Barclay E., Jaeger I. Leyes de la
construcción de la Sucá. 2023 Aish haTora.
-Bitton, Yosef. Mudarse a una casa sin techo.
2023. Halaja.org
-Chabad.org. Una Reflexion para las Altas
Fiestas. 1993-2023 Chabad-Lubavitch Media Center
-Levinson, Chaya. ¿Qué es y cómo nos
relacionamos con este jag en la diáspora? 2015. Tours de la Torá. Sefaria.org
-Sábato, Ernesto. La resistencia. (2000)
Buenos Aires: Grupo Planeta Argentina / Seix Barral. Primera Carta: Lo pequeño
y lo grande. Págs. 3-9
Imagen
-Sol brilla a través de los árboles. 2023. Unsplash
Comentarios
Publicar un comentario